sábado, 6 de enero de 2007

Día de Reyes

Abro por primera vez la puerta de este Café de las Palabras y el primero en cruzarla es un niño de unos 10 años, moreno, peinado con raya a un lado, de estatura media, con gafas metálicas y gordito. Lleva unos vaqueros azul marino, una camisa del mismo color y zapatos oscuros de cordones. Se sube como puede a uno de los taburetes de la barra y me pide un Nesquik, no un ColaCao, un Nesquik. Con leche fría. Se lo pongo y lo observo mientras lo remueve con la cucharita sin dejar de mirar por el ventanal que da a la calle a la gente que va y viene con bolsas. Lo observo y veo en sus ojos la ilusión que los años, las desilusiones, las responsabilidades y, en fin, la vida nos roba a los que vamos pasando hojas del calendario. Lo observo y recuerdo las cartas de tres páginas que le escribía a los Reyes Magos, y las tardes viendo belenes de la mano de mi madre, y la tarde de la Cabalgata con mi casa a rebosar de familia y amigos de mis hermanos que la vienen a ver pasar bajo mi bacón. Y recuerdo una puerta cerrada ante la que arrastraba a mis hermanos mayores en la Mañana de la Ilusión entre protestas por lo intempestivo de la hora. Y me veo montando el Barco Pirata o el Castillo de los Clic, guardando el cesto de caramelos que no me comeré, pero que siempre espero, y el Gaspar de chocolate que finalmente se acabara comiendo Yenda, mi perra. Y veo a mi hermano Antonio llegar con los churros mientras mi madre prepara chocolate, a mi hermano José Maria escuchar en el comedor el último vinilo que le han traído y a mi hermano Fernando, diez años mayor que yo, abrir mis juguetes casi con mas ilusión que yo. Y vuelvo a creer en aquella historia que mi madre me contaba de cómo, de pequeña, en su casa de Don Pedro Niño, vio apoyar una escalera en su bacón la noche de un 5 de enero. Y recuerdo, veo y creo todo esto porque el día que mi infancia entro en este Café a tomarse un Nesquik conmigo es el día mas bonito del año, es el Día de Reyes.